LA GITANA DEL METRO DE ROMA
La Gitana del Metro de Roma
Armada con un micrófono en mano y un ruidoso amplificador alimentado por una batería de automóvil. Alta, delgada, nariz puntiaguda, ojos negros profundos y falda larga colorada.
Con su agilidad fugitiva se aposenta en el vagón y, ya acomodada, con voz decidida inicia su aguda melodía que penetra hasta lo más profundo del tímpano de los pasajeros del metro.
Fijando su mirada en los ojos de cada uno de los miembros del vagón, esta resulta fuerte e imponente: uno, dos, tres movimientos bastan para atraer la mirada y la atención de su improvisado público. Rostros cansados después de una jornada de trabajo no impiden a la pobre pícara y misteriosa gitana invadir el ambiente con sus movimientos cautivadores e hipnotizadores.
Pasa el primer minuto: para algunos angustioso, martirizador, dramático; para otros misterioso, atrayente y fascinante. Su voz se hace más fuerte, tomando más sentido para los que la escuchan.
Después del segundo minuto, a punto de finalizar su espectáculo, en un momento dado (casi furtivo), también ella se deja llevar por la emoción, traicionada por el ambiente sosegado que ella misma ha originado.
Sorprendentemente deja escapar una sonrisa hiriente y seca que termina por congelar íntegramente hasta el último y más rebelde de su efímero público pendular.
eduardo de la eva©