Los Nuevos Pobres

22.03.2015 21:33

 

   Camino de aquí para allá, corro pero el tiempo al igual que las últimas y pocas monedas de mi bolsa, no me alcanza. 

Mis días son tan insípidos e indiferentes... ¡Indiferentes!

Podría decirse que cada día es una lucha. Todo lo veo en las nubes,  hasta lo más necesario para la supervivencia. La comida escasea, los  recibos del agua y de la luz esperan en mi buzón, invadiéndolo por completo. 

El miedo invade mi ser y me hace abrir los ojos y ver la realidad arrancando de mis manos los sueños utópicos que anidaban en mí desde la infancia.

Muchas veces me confundo. Me camuflo en medio de la multitud: en las calles, en el metro, en el autobús... Conmigo mismo, en cualquier lugar, al igual que la gente que comparte esta misma situación: cual camaleón temeroso que se sobrecoge (en un medio hostil).

Un sabotaje de estabilidad me sacude en este período. Jamás había tocado fondo como ahora. 

Mi vista se fija en mis hijos y pienso... ¿qué será de ellos? ¿Cómo puedo ayudarles? Si ni yo mismo me puedo sostener en pie en este mundo plagado de derrumbes (zancadillas) y de precariedad. 

El trabajo se desvanece, volviéndose una quimera. Mi vida ha cambiado: los amigos, la comida... todo se ha transformado.

Siento que pertenezco a otro mundo,  un mundo de ficción, hasta hace poco tiempo desconocido. Veo una realidad permanente que no me deja ver la luz al final de este túnel interminable.

Ansío un trabajo, me vendo en mi currículum como un producto que a nadie interesa en un mercado de pura competencia. Quedan pocas señales de esperanza para poder sobresalir; sin embargo, las ganas de luchar permanecen inalterables.

Anhelo dar un salto hacia la luz, respirar un aire nuevo que me alimente el alma y fortalezca mi ser.

 

 



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Eduardo de la Eva

Roma, Italia


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